Autor: Eduardo Aliprandi
Título: Mis vidas
Género: Historia de familia.
Formato: 15,5x22,5
ISBN: 978-987-1818-25-9
Edición: Marzo 2012
Observaciones: [Esta obra es] …un sueño de
toda la vida que pude realizar. Y eso me hace muy feliz. Hubo tantos sueños
frustrados… Pero he vivido y estoy agradecido por haber llegado hasta aquí, en
una instancia en la que siento algo parecido a lo que podría ser una plenitud.
No abrigo sentimientos negativos. Tengo conmigo muchos recuerdos atesorados que
ahora puedo valorar mejor. Cosas buenas que no fueron pocas. Las otras no vale
la pena ni mencionarlas porque ya no me hacen mella. Especialmente considero
como lo más importante, las personas que he amado y que amo, los que me han
aportado felicidad. Aquellas con las que me he vinculado por la sangre y las
que por otras razones nos unió el amor.
La vida es bella y vale la pena vivirla. Podría abundar en esto pero el
mensaje condensado parece suficiente con lo dicho, no quiero sobreabundar para
no ser meloso. Lo primordial está resumido en una sola palabra que empieza con
A y termina con MOR.
Es otoño, pronto
vendrá el invierno y ahora, mirando por el ventanal veo con el amanecer en el
Este, como se va cincelando con bellísimos colores un nuevo día.
[Eduardo Aliprandi]
[…] El cortejo fúnebre se organizó con una carroza con
cuatro caballos negros de tiro transportando el ataúd, detrás otra carroza
porta coronas de flores y luego seguían otras para los deudos. Tío Ángel, único
hermano de papá, me tomó del brazo con fuerza y me subió a una de ellas. Por la
pequeña ventanilla trasera del carruaje observaba a mis amigos encolumnados
caminando detrás del coche donde llevaban a papá. Sentía que allí debía estar y
me llené de vergüenza y culpa pero me quedé donde estaba con la cabeza gacha,
masticando bronca. Al llegar al peristilo del cementerio un gran grupo de gente
esperando para sumarse al cortejo, acompañamos a papá que quedó en la bóveda
familiar de los Salduna.
El luto se cumplía a raja tabla. Las mujeres vestían de
negro por un año, como mínimo. Los hombres debían llevar corbata negra durante
meses, así como un brazalete del mismo color en el brazo izquierdo y un
cintillo en la solapa. El tiempo del luto lo dictaba el tipo de vinculación
familiar. Durante el luto riguroso y aún en el medio luto, se evitaban las
salidas de diversión como los bailes y fiestas y hasta conocí viudas que en el
resto de sus vidas no se quitaron el negro.
[…]
La tía Pituca
enviudó joven. Jovial, liberal e inquieta modificó la estructura de su casa en
la calle Mitre de Gualeguaychú y organizó un coqueto comercio de regalos.
Viajaba periódicamente a Bs As en donde se proveía y le iba muy bien. Fue audaz
su “movida”. Sus congéneres no se lo perdonaron y le hicieron la vida
imposible. A tal punto que un buen día se hartó, vendió todo y se fue con sus
hijos a vivir a Bs As. […]